
Por Gonzalo Ramirez
Al cumplirse el primer aniversario de la Alianza Pentecostal Reformada (APR) de Chile, es bueno tomar un tiempo para la reflexión, la gratitud y, sobre todo, la renovación. Estamos en un momento crucial en el que la identidad de este joven, pero significativo movimiento, debe afirmarse no a través de etiquetas, sino mediante una vivencia profunda, coherente y transformadora del evangelio.
En lo personal, celebro este hito como una oportunidad para reafirmar la impostergable necesidad de mantener un compromiso vibrante tanto con la sana doctrina como con una genuina y poderosa experiencia espiritual con el Señor. Lejos de ser polos opuestos, doctrina y experiencia son dos alas que elevan nuestra fe hacia la plenitud del propósito de Dios.
Pentecostalismo y Reforma
Y es que, históricamente, el pentecostalismo ha sido un movimiento caracterizado por su énfasis en la obra transformadora del Espíritu Santo y en la manifestación de sus dones. Esta vitalidad espiritual ha sido un motor de crecimiento y avivamiento en todo el mundo. Sin embargo, ese énfasis en la experiencia ha llevado, en ocasiones, a un descuido de la reflexión teológica profunda, abriendo la puerta a interpretaciones bíblicas superficiales o incluso desviaciones doctrinales, de las cuales hemos sido testigos todos nosotros.
Por su parte, la tradición reformada —con su énfasis en la soberanía de Dios, la centralidad de la Escritura y el rigor teológico— ha cultivado un aprecio invaluable por la verdad revelada. No obstante, el riesgo de una fe meramente intelectual, carente del fuego del Espíritu, es real y debe ser reconocido.
Alianza Pentecostal Reformada de Chile
La APR de Chile nace, a mi entender, de una convicción profética: la riqueza del pentecostalismo en su encuentro experiencial con Dios y la solidez teológica de la tradición reformada no sólo pueden coexistir, sino que se necesitan mutuamente para ofrecer una expresión más completa y robusta del cristianismo bíblico en nuestro contexto. No buscamos diluir identidades, sino integrar lo mejor de ambas corrientes bajo la supremacía de la Palabra de Dios y la guía del Espíritu.
La doctrina, entendida no como un conjunto seco de proposiciones, sino como la articulación fiel de la verdad revelada en las Escrituras, es el ancla de nuestra fe. Nos protege de los vientos de error y nos orienta en el camino. Como APR, abogamos por una fe pensante, entendiendo que la doctrina es esencial para una vida cristiana sólida. La verdad bíblica debe informar toda nuestra existencia, incluyendo nuestra experiencia. Amados, no puede haber una experiencia espiritual genuina que contradiga la clara enseñanza de la Escritura. La doctrina nos evita caer en el subjetivismo desenfrenado, donde nuestras experiencias se convierten en criterios últimos de verdad, en lugar de ser evaluadas a la luz de la Palabra.
Pero la doctrina sin experiencia puede degenerar en una ortodoxia muerta, usando la frase del doctor LLoyd Jones. La fe cristiana no es sólo adhesión intelectual a un credo; es un encuentro vivo y transformador con el Dios trino. Aquí es donde la vitalidad pentecostal ofrece un correctivo necesario. La experiencia del poder del Espíritu Santo, la conciencia de la presencia divina y la manifestación de sus dones son realidades bíblicas que deben formar parte integral de la vida del creyente y de la comunidad de fe.
Ejemplos movilizadores
Hay un par de ejemplos que en lo personal me han movilizado en este último tiempo. Me refiero al reconocido teólogo pentecostal Gordon Fee. Este dedicó gran parte de su obra a recordarnos que el Nuevo Testamento presenta una fe donde la experiencia del Espíritu es fundamental. Aunque crítico de ciertas estructuras dogmáticas (como el evidencialismo), Fee defendió con pasión la centralidad del Espíritu en la vida de la Iglesia, insistiendo en que la lectura de la Escritura debe llevarnos a anhelar y experimentar la plenitud del Espíritu que empoderó a la iglesia primitiva. Ignorar esta dimensión, queridos hermanos, es empobrecer nuestra fe.
Por otro lado, cómo olvidar al recientemente fallecido teólogo peruano, Samuel Escobar. En una visita a nuestro país hace más de 20 años, al reflexionar sobre la identidad evangélica latinoamericana, subrayaba la necesidad de una fe bíblica y contextualizada, que combine sana doctrina y una vida coherente surgida del encuentro genuino con Dios. Esa vez señaló: “la ortodoxia debe ir acompañada de ortopraxis” (Creo que fue la primera vez que oí estos términos)
¿Qué promovemos como APR?
En la APR argumentamos a favor de la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo como empoderamiento para el servicio y el testimonio, evidenciado a través de la manifestación de los dones. Su obra nos invita a no reducir la obra del Espíritu a la regeneración inicial, sino a anhelar esa llenura de poder que caracterizó a los primeros cristianos. Esta experiencia no es un fin en sí misma, sino un medio para vivir y servir conforme a la voluntad de Dios.
También como APR abogamos por una perspectiva equilibrada entre el estudio riguroso de la Escritura con la afirmación de la continua acción sobrenatural de Dios. No debe haber contradicción entre la erudición bíblica y la fe viva y expectante. La tentación de separar, o de priorizar excesivamente una dimensión sobre otra, siempre está presente. Un énfasis desmedido en la doctrina, sin experiencia, puede reducir la fe a un ejercicio intelectual seco, desconectado del poder transformador del Reino de Dios. Por otro lado, una experiencia sin fundamento doctrinal sólido puede llevar a la inestabilidad, el error o el fanatismo, donde las emociones sustituyen la autoridad de la Palabra de Dios.
Insistimos que una comprensión correcta de quién es Dios y lo que ha hecho por nosotros en Cristo es esencial para una fe madura. La doctrina no niega la experiencia, sino que la enriquece. La verdadera experiencia cristiana florece sobre el terreno fértil de la sana doctrina. Esto es parte de lo que estamos buscando desde nuestro inicio.
Desafíos
¿Podemos tener una teología pentecostal constructiva y dialogante? ¿Podemos explorar cómo la pneumatología se une con otras áreas de la teología y de la vida cristiana? ¿Por qué no promover una fe pentecostal que se relacione con la tradición histórica y con el mundo actual, demostrando que la experiencia del Espíritu tiene implicaciones profundas para la comprensión de Dios, la misión y la vida de la Iglesia? Para esto trabajamos.
Llamado a la renovación
En este primer aniversario, el llamado a la renovación en doctrina y experiencia es fundamental. Necesitamos ser iglesias que amen profundamente la Palabra de Dios, que la estudien con seriedad y se esfuercen por articular fielmente sus verdades. Al mismo tiempo, necesitamos ser iglesias que anhelen y vivan la plenitud del Espíritu Santo, abiertas a sus dones y que vivan una fe dinámica. Renovar nuestro compromiso con la doctrina implica someternos humildemente a la autoridad de la Escritura, dedicarnos con diligencia a su estudio y tener el valor de defender la verdad bíblica en un mundo que constantemente la desafía. Implica también un compromiso con la formación teológica de nuestros líderes y miembros, asegurando que nuestra fe esté sólidamente fundamentada.
Renovar nuestro compromiso con una profunda experiencia espiritual implica buscar con fervor la presencia de Dios en la adoración, la oración y la comunión. Desear ser llenos del Espíritu para servir con poder y dar testimonio eficaz. Estar abiertos a la manifestación de los dones espirituales, conforme a la soberana voluntad de Dios y para la edificación del cuerpo de Cristo.
En este primer año, demos gracias por lo ya recorrido. Y con la mirada en el futuro, te invitamos a renovar la pasión por la sana doctrina y por una vida llena del Espíritu. ¡Caminemos juntos!
En Cristo.
Gonzalo Ramírez L.
Viña del Mar. Mayo 2025

